La conducción autónoma y impacto económico de estos vehículos promete ser enorme, pero siguen existiendo grandes incertidumbres.

La conducción autónomaLos coches capaces de conducirse de manera segura y fiable sin supervisión humana ya no son algo de ciencia ficción. De hecho, los coches son cada vez más inteligentes, y es por ello que podemos hablar de la conducción autónoma.

Vienen equipados con nuevos sensores para la navegación y la percepción del medio ambiente, integran dispositivos de redes inalámbricas para comunicarse con otros vehículos y con la infraestructura vial, así como con ordenadores para ejecutar sofisticados algoritmos de planificación y control en tiempo real.

Varias empresas y universidades han hecho demostraciones de vehículos capaces de conducirse de manera autónoma en el tráfico, que además han contribuido a la creación de una conciencia social y a ampliar los límites tanto de la normativa vigente como de las prácticas de gestión de riesgos.

A estas alturas, es normal preguntarse qué sentido tienen la conducción autónoma.

Para demostrar que la autonomía es, de hecho, una tecnología de transformación con el potencial de redefinir drásticamente la movilidad, hay que tener en cuenta algunos de los beneficios previstos de los vehículos autónomos y ponerlos en un contexto financiero.

Tal vez el beneficio más obvio sea el aumento de la seguridad. Los errores humanos son la principal causa de accidentes de tráfico. Los ordenadores, por otra parte, no se distraen, no se cansan ni se emborrachan. No se enfandan en la carretera, y sus tiempos de reacción son más rápidos que los humanos.

Por lo tanto, la conducción autónoma podria reducir drásticamente las tasas de accidentes. Evitar las lesiones y la pérdida de la vida es claramente un resultado altamente deseado, al que no puede ponérsele precio. Financieramente hablando, en 2009 el coste de los accidentes de tráfico se estimó en cerca de 300.000 millones de dólares (217.000 millones de euros) al año.

Otro de los beneficios de la autonomía es el posible aumento de la eficiencia del tráfico y la consiguiente reducción de la congestión, ya que los vehículos autónomos pueden hacer un seguimiento preciso de la posición de otra persona, y coordinar el movimiento hasta un punto que sería imposible para los conductores humanos.

Por otra parte, los vehículos autónomos pueden viajar a velocidades que minimicen las emisiones. El coste de la congestión, que engloba las pérdidas de productividad y las consecuencias para la salud pública que tiene la contaminación, ha sido estimado por el Instituto de Transporte de Texas en EEUU y por la Escuela de Salud Pública de Harvard (EEUU) en cerca de 150.000 millones de dólares (109.000 millones de euros) cada año.

Un coche totalmente autónomo, que no requiera que su conductor preste atención y esté listo para tomar el control, también podría liberar a los usuarios de los aspectos más pesados de la conducción.

¿Cuál es el valor del tiempo que la gente puede ganar por no tener que conducir, y en su lugar realizar una actividad más deseable o productiva, como relajarse, ver una película, trabajar o enviar todos los mensajes de texto que les dé la gana?

Hay cerca de 210 millones de conductores con permiso en EEUU, que pasan un promedio de 465 horas al año conduciendo un coche. Suponiendo un valor de tiempo de la mitad del salario medio por hora estadounidense, es decir, 12 dólares a la hora (8,7 euros), el beneficio social del aumento de la productividad y el tiempo de ocio es de aproximadamente 1.200 millones de dólares (870 millones de euros) al año.

Por último, otra ventaja potencial importante de los vehículos autónomos es que permite compartir coches de forma generalizada. Los servicios para compartir coches están creciendo en todo el mundo, pero por lo general no ofrecen opciones de alquiler de sólo ida y de puerta a puerta. O, si lo hacen, a menudo la disponibilidad de los coches es muy limitada.

Si los coches compartidos pudieran conducir a la ubicación de recogida de un cliente y volver a una estación de aparcamiento por sí mismos después del recorrido, podrían ofrecer un nivel de comodidad sin precedentes. Financieramente, el coche compartido distribuye el coste (en términos de dólares y de tiempo) de la compra, mantenimiento y seguros de los vehículos autónomos a través de una gran base de usuarios.

Además, los coches compartidos autónomos eliminarán la necesidad de buscar y pagar un lugar de estacionamiento, y reducirán el tiempo necesario para caminar hacia y desde el vehículo estacionado. Una estimación del beneficio promedio de compartir vehículo autónomo, asumiendo un factor de intercambio de cuatro (es decir, cada coche autónomo reemplaza cuatro coches particulares), es de aproximadamente 8.700 dólares (6.309 euros) al año, que a nivel agregado asciende a 1.800 millones de dólares (1.305 millones de euros) cada año en EEUU. En un estudio de investigación realizado por mí y otros colegas mostramos más detalles de este análisis.

Dentro de los límites de las aproximaciones y las suposiciones, las estimaciones anteriores sugieren que la conducción autónoma es, de hecho, una tecnología de transformación, con un potencial de beneficio económico para EEUU de más de 3.000 millones de dólares (2.180 millones de euros) al año.

Lo interesante es que los beneficios procedentes del aumento de la seguridad y la reducción de la congestión son insignificantes en comparación con los producidos por el hecho de compartir vehículo y el aumento de la productividad. En particular, la sinergia entre la autonomía y el uso compartido del coche es evidente.

Los factores económicos parecen enormes, pero estas estimaciones deben tomarse con cautela. Por ejemplo, no toman en cuenta la demanda latente, es decir, si se presenta un nuevo modo de transporte que ofrezca la comodidad de un «chofer robótico» a un precio asequible, ¿aumentará la demanda de movilidad? En términos más generales, ¿cuál sería el efecto de los automóviles autónomos en, por ejemplo, la congestión?

Los coches autónomos compartidos podrían acabar viajando más distancia que los vehículos particulares, debido a los viajes vacíos para recoger a los clientes. Por otro lado, podría darse el caso de que los viajes vacíos se llevarán a cabo principalmente a lo largo de rutas con un bajo volumen de tráfico, por lo que la congestión no aumentaría significativamente. Estas cuestiones sin resolver son el foco de la investigación en curso.

Sin embargo, el análisis indica que la autonomía podría transformar, de una manera muy esencial, el modelo actual de propiedad y uso de automóviles, permitiendo un cambio de paradigma hacia un modelo de servicio centrado en la movilidad personal, posiblemente con profundas consecuencias en nuestras vidas, en nuestras ciudades y la industria del automóvil.

Fuente: technologyreview.es